Un lugar para los lobos
By wildlife biologist Pamela Maciel
“¿Cómo te sentirías si los lobos regresaran a Mount St. Helens?” una mujer preguntó al guarda-parques que terminó una plática sobre el aniversario de la erupción de 1980. “¡Esa sería una excelente noticia!” contestó el experto. Un importante predador social como el lobo, significa mucho para este hombre, quien ha presenciado cómo este ecosistema ha logrado restablecerse en su potencial. Una rica diversidad de plantas, insectos, anfibios, aves y mamíferos ha recolonizado este paisaje volcánico; pero aún hay un puesto disponible en este sistema natural.
Los lobos son famosos por varias razones: su aspecto impresionante, su conexión ancestral con nuestros compañeros domésticos, su aullido icónico, sus fuertes lazos familiares y, significativamente, sus estrategias de cacería. Alimentándose principalmente de grandes ungulados (e.g., venados, wapitíes, bisontes), las manadas de lobos típicamente persiguen a sus presas hasta aislar al individuo más débil. Este comportamiento afecta la distribución y composición del rebaño, impactando así todas las asociaciones ecológicas del ecosistema.
Cuando los humanos erradicaron a los lobos, no estábamos simplemente eliminando a un animal en particular, estábamos alterando relaciones ecológicas que han evolucionado por cientos de miles de años. Ahora, con más conocimiento y entendimiento de estas relaciones, tenemos la oportunidad de ayudar a restaurar elementos clave para generar ecosistemas saludables. Esto es extremadamente relevante para todos nosotros; con la inminente posibilidad de que los lobos sean removidos de la lista de especies en peligro, los estados y comunidades locales tendrían la responsabilidad de su preservación. Y, como custodios del planeta, somos responsables de reconocer y proteger a nuestros cohabitantes.