“El lobo que México le regaló al mundo”
Autoría y fotografías: Bióloga Pamela Maciel
Hace cuarenta años, un trampero experto de Texas fue contratado por el gobierno de Estados Unidos para atrapar a los últimos lobos que habían sido vistos corriendo libres en las montañas del norte mexicano. Fue una medida desesperada, y el primer paso (tras enlistarlos en el Acta de Especies en Peligro), en el complejo y largo proceso de salvar a un animal muy especial: el lobo mexicano.
También conocido como el lobo, el lobo mexicano es la subespecie más distintiva de lobo gris: están adaptados a climas más cálidos y bosques semiáridos, cazar presas más pequeñas y establecer territorios de menor tamaño que sus parientes del norte. De dimensiones corporales un poco mayores que las de un pastor alemán, el lobo mide en promedio 5 pies de largo, 30 pulgadas de altura y pesa alrededor de 65 libras. Su pelaje es una representación perfecta de la cálida paleta de colores de la Sierra Madre Mexicana, el denso y largo pelaje alrededor de su cuello exalta su aspecto majestuoso, y sus ojos de amarillo intenso y brillante semejan el ámbar de nuestro sureste.
Un animal altamente social, el lobo mexicano depende de la vida vibrante y dinámica de su manada. Formando vínculos típicamente de por vida, una pareja reproductiva guiará a su familia multi-generacional a través de los desafíos de ser una especie predadora en un mundo administrado por humanos. Un mundo que finalmente está recordando la importancia de cada una de las expresiones de la naturaleza.
Venerados hace un tiempo por las comunidades nativas que compartían el territorio con ellos. Hoy se abre la posibilidad hacia una segunda oportunidad para admirar, respetar y aprender de los lobos. Su futuro está conectado con el tuyo. ¡Comencemos la conversación!